Artes de Entrenamiento...

- - - - - " En la actualidad Respuesta Existencial, es una propuesta de acompañamiento desde la logoterapia, en forma personalizada para descubrir tu sentido vital. La educación de la Conciencia, a través de la Acción, es un proceso que sostenemos para pequeños grupos, en ámbitos educativos, o laborales. En cada acción, ofrecemos una respuesta al mundo. Somos llamados a responder desde nuestra existencia. La práctica engendra el autoconocimiento y el desarrollo del liderazgo. Promovemos una sociedad sin espíritu de provecho, basada en la “Sabiduría de la no dualidad”....Armónica, ética, íntegra y comprometida con la comunidad global." - - - - -

lunes, 7 de enero de 2013

¿Qué ejercicio ha hecho o está haciendo?

En el carácter cultural japonés, la existencia de una relación más fuerte con el “camino” que con la “obra” queda fielmente reflejada en su concepto del “ejercicio”. Los occidentales, al hablar de ejercicio, pensamos ante todo en el desarrollo de una cierta capacidad, en una técnica para conseguir un rendimiento concreto. “Ejercicio” significa para el japonés, aun tratándose de conseguir un rendimiento concreto, el camino de la madurez interior. Esto llega a tal extremo que cuando tropieza a una persona madura inmediatamente le pregunta, ¿qué ejercicio ha hecho o está haciendo? El sentido del ejercitarse descansa primordialmente en occidente en el “rendimiento”, para el japonés en la “madurez”. Esto supone una advertencia general. Supone que ha llegado la hora de que los occidentales reconozcamos de nuevo o experimentemos por vez primera, la oportunidad de madurar, (que encierra todo ejercicio). Nuestra vida humana está surcada por actividades, más o menos automatizadas a base de ejercicio, que garantizan un rendimiento perfecto. De niños tuvimos que “ejercitar” el sentarnos, permanecer de pie y caminar hasta que lo “conseguimos”. Lo mismo sucedió con el hablar, el leer y el escribir. El hombre se ejercita a lo largo de su vida en todo tipo de cualidades y capacidades. Ejercita el deporte, y hace lo mismo con cualquier oficio o con cualquier tipo de arte.
"El saludo previo a la práctica, donde se toma conciencia del Ego y de la tensión que deberá liberarse para madurar"
Pero, ¿dónde encontramos entre nosotros un ejercicio relacionado no sólo con el rendimiento, sino también con la autorrealización del hombre, y esto no a posteriori, sino a priori? 
Una obra perfecta presupone un ejercicio. El ejercicio, partiendo de la base de una capacidad, lleva a la adquisición de una habilidad por medio de continuas repeticiones; se trata, pues, de una habilidad “no existente anteriormente”. Todo ejercicio encierra dos factores: una relación objetiva y otra subjetiva, un momento real y otro relativo, una modificación de nuestro mundo y una modificación del sujeto. Todo ejercicio tiende a un rendimiento concreto y objetivo y al prerrequisito de este rendimiento, la adquisición de una capacidad. Pero también puede buscarse el sentido del ejercicio no en el rendimiento concreto, sino en la formación de la capacidad correspondiente, y –yendo todavía más lejos- en la formación de una capacidad de tipo universal. Suele decirse que la finalidad de cualquier deporte no está en conseguir un rendimiento continuado, sino en la formación de las funciones corporales y espirituales, responsables de ese rendimiento. El ejercicio deportivo favorece en general al fortalecimiento corporal y espiritual de la persona. Al joven, que no quiere comprender para qué puede servirle el latín en su vida, se le dice que es un estupendo ejercicio “para pensar”. Como puede verse, el interés sigue centrado en el rendimiento, acentuándose más su parte subjetiva que la objetiva. Se trata de formar una “capacidad”, es decir, unas funciones con las que el hombre “tenga” más y “pueda” más. Pero el tener o poder más no significa que el hombre sea en sí más. Existe, no obstante, el ejercicio con vistas a cambiar la manera de ser el hombre. Este ejercicio va más allá de la simple formación de una capacidad. 
Error: Solo una oportunidad de mejora.
Todo ejercicio encierra en sí la posibilidad de elevar la contextura interior de toda la persona a un grado superior, que le facilita experiencias más elevadas y capacita para otro tipo de “actividades” y no sólo para un “rendimiento” mayor. Son las experiencias y actividades, que no evidencian la “posesión de ciertas capacidades”, sino la liberación y desarrollo de la manera de SER personal. El hombre siente en toda actividad desacostumbrada una tensión entre un yo voluntarioso, pero todavía inexperto y un objeto resistente. Sea cual fuere la clase de rendimiento, siempre que la persona consigue perfeccionar tras prolongado ejercicio una técnica, que le permite adquirir una cierta rutina, alcanza también el placer conferido por la soberanía del espíritu. Una soberanía, que supera todas las tensiones precedentes entre el yo y el objeto o la discrepancia entre la falta de capacidad y el rendimiento exigido. Debido a esas tensiones y discrepancias anteriores, el hombre vive la “solución” conseguida a base de ejercicio como una concordancia profundamente satisfactoria entre el sujeto y el objeto. La dicha que regala ese momento de armonía es la señal de un hecho de gran importancia. La ejecución de los actos ejercitados y finalmente automatizados funciona sin la interferencia de la tensión entre el yo y el objeto. Uno de los caminos para la vivencia de esa consonancia es el entrenamiento. La experiencia decisiva, que nos llega con la solución, está en comprobar que la armonía lleva consigo la desaparición de la tensión entre el yo y el objeto. Pero sólo “UNA TÉCNICA PERFECTAes capaz de hacer desaparecer esta tensión. No puede conseguirse esa consonancia perfecta, mientras el yo tenga todavía que “querer”. Esa maravillosa experiencia se alcanza cuando el “yo”,…deja de esforzarse y el objeto del rendimiento deja de ser una posición contraria. La automatización técnica posibilita la experiencia de la consonancia, pero el hombre, que está (preocupado por el rendimiento), no se detiene ante el profundo significado y el placer que proporciona esta consonancia. El hecho de que esa profunda armonía de la vida dependa de la ejecución desinteresada de todas las actividades, es una experiencia de un significado insondable. Es aquí donde surge la profundidad característica de toda vida, en la que cada acontecimiento singular participa al mismo tiempo de la gran unidad de la vida. El hombre, que se esforzaba al principio como yo, pasa, olvidando su propio yo, por encima de las fronteras de su ensimismamiento y puede alcanzar el placer de una armonía cósmica y experimentar en grado elevado la unidad de la vida que “oculta su propio yo”. El desarrollo de esta experiencia desde sus inicios hasta su fortalecimiento como actitud espiritual equivale a un largo camino.
Es el camino de todos los ejercicios japoneses, 
cuyo denominador común es la madurez de la persona. 
Para el japonés el carácter de rendimiento de los ejercicios pasa a un segundo plano, mientras que el occidental no pierde de vista, por lo general, ese rendimiento o las capacidades y habilidades necesarias para el mismo. La oportunidad que encierra la automatización técnica para experimentar esa armonía, gana por el contrario en importancia. - Los occidentales presentimos una amenaza de los valores personales en la automatización técnica, que reduce al mínimo la actividad espontánea del yo y de la voluntad, por ejemplo, en la moderna mecanización del proceso laboral. - El japonés en cambio reconoce y acepta esa oportunidad de la automatización para poder experimentar la armonía y la asienta y consolida por medio de continuos ejercicios en una actitud espiritual, que da un sentido (sentido de la vida); total a su vida personal. (Sistema Toyota). En la medida en que el hombre rompe el cerco al que está sometida la unidad de la vida por la tensión yo-objeto, en esa misma medida adquiere el goce resultante de esa unidad libre, vivida conscientemente a través de la experiencia de la armonía, y puede conservar esa misma unidad –como un “órganotransparente de la vida– en un rendimiento más acabado. Para el japonés uno de los caminos de la madurez pasa por el ejercicio, causa y origen de esa transformación. El antagonismo entre lo solo “subjetivo” y lo “objetivo” pierde todo su peso, cuando la transformación del yo personal en órgano de la gran unidad da a la vida todo su sentido. Cualquier “objeto” puede convertirse entonces en objeto de “ejercicio”, es decir, en ocasión y motivo de la “encarnación”. Un japonés, lleno de edad y sabiduría me dijo (nos cuenta el conde Dürckheim) en cierta ocasión: “Para que una cosa adquiera relevancia religiosa, sólo necesita ser sencilla y repetible”. ¡Sencilla y repetible! Toda nuestra vida cotidiana está llena de cosas sencillas y repetibles. Pero para el japonés, ellas se convierten en oportunidades de experimentar lo “auténtico y verdadero”. Adquiere de nuevo conciencia de sus automatismos inconscientes, y los convierte en objeto del “ejercicio para la experimentación de la armonía” y también del ejercicio de un estado del propio yo, en el que ésta experiencia de la armonía y su custodia pasan a ser el “leimotiv” de toda su vida. Las cosas más normales del mundo son para el japonés objeto de ejercicio propio: andar, permancecer en pie, sentarse, respirar, comer y beber, escribir, hablar y cantar. Todas las artes marciales: el tiro, la esgrima, la lucha, una vez liberadas de su sentido material de vencer al enemigo, se convierten en una oportunidad de conseguir una disposición espiritual, en la que el hombre maduro “vence sin luchar”, porque “mantiene fuera del juego” por un lado el rendimiento perfecto y deja por otro de considerar a un contrincante como un “objeto”. El alumno prosigue su esfuerzo con interminables repeticiones en las artes de pintar, de colocar flores, de cantar, de contar narraciones, en la forja de la espada y el la pintura de cerámica. Pero sabe que sólo puede conseguirlo, cuando el hombre, muerto a sí mimo y convertido en órgano de la vida, actúa desde la gran unidad, que comienza a florecer en el lenguaje de la naciente imagen interior y en la figura viviente de las creaciones humanas. Sólo así puede entenderse al japonés cuando dice: “Tirar con el arco y bailar, colocar flores y hacer esgrima, pintar o luchar, beber té o cantar –en el fondo todo es lo mismo”
Ahora bien, si te levantas con orgullo, no sirve, si te levantas sin pensar en  el resultado,  ahí está el camino.
 Todo el que comienza a practicar artes marciales, confunde en esta frase muy japonesa (Nana Korobi Ya Oki); lo que quiere expresar, ya que solo puede verla desde la perspectiva del rendimiento. Pero desde el ángulo de la autorrealización, entendida como “madurez” y vista como ejemplo de expresión de la vida superior en esa otra vida breve, la frase es de una evidencia total. 

Este artículo, se basa en al experiencia real sobre las artes marciales, suma la integridad y claridad de Marco Antonio Ruiz Esparza, y si piensas que puede cambiar tu vida, comienza a hacer lo que haces con este nuevo enfoque, podrás mejorar la calidad de vida de otros y la tuya. @KIAI_DO