Artes de Entrenamiento...

- - - - - " En la actualidad Respuesta Existencial, es una propuesta de acompañamiento desde la logoterapia, en forma personalizada para descubrir tu sentido vital. La educación de la Conciencia, a través de la Acción, es un proceso que sostenemos para pequeños grupos, en ámbitos educativos, o laborales. En cada acción, ofrecemos una respuesta al mundo. Somos llamados a responder desde nuestra existencia. La práctica engendra el autoconocimiento y el desarrollo del liderazgo. Promovemos una sociedad sin espíritu de provecho, basada en la “Sabiduría de la no dualidad”....Armónica, ética, íntegra y comprometida con la comunidad global." - - - - -

domingo, 18 de julio de 2010

La Madurez Oriental.

El oriental nos enseña que a través del “ejercicio” practicado con ahínco se llega a la madurez, no en el rendimiento del deporte occidental. Lo importante es la autorrealización. Es aquí donde surge la profundidad característica de toda vida, en la que cada acontecimiento singular participa al mismo tiempo de la gran unidad de la vida.
Es el camino (“Do”) de todos los ejercicios japoneses, cuyo denominador es la madurez de la persona.
Las cosas más normales del mundo son para el japonés objeto de ejercicio propio: andar, permanecer en pie, sentarse, respirar, comer y beber, escribir, hablar y cantar. También las “artes” son ocasión de ejercicio para un camino: el camino del hombre, el camino de la madurez, el camino del Tao. Ya sea el pintar, colocar flores, cantar, contar narraciones, en la forja de la espada y en la pintura cerámica. Así como las artes marciales: el tiro, la esgrima, la lucha, etc. “Tirar con el arco y bailar, colocar flores y hacer esgrima, pintar o luchar, beber té o cantar –en el fondo todo es lo mismo”. Esta frase no tiene sentido, vista desde la perspectiva del rendimiento. Pero desde la perspectiva de la autorrealización, entendida como “madurez” y vista como ejemplo de expresión de la vida superior en esta otra vida breve.
El espíritu y quietud japoneses no nos elevan por encima de nuestra existencia, sino que más bien introducen en sus “raíces”. El japonés no busca la “forma válida” en sí, ni tampoco la culminación o armonía de conjunto de su obra maestra, sino que busca algo sin forma, sin imagen, algo que centellea y llena de resonancias la razón común y primitiva de nuestra vida. La forma tiene valor en la medida, en que su idioma particular alumbra al “gran uno” y permite al hombre entroncarse en la causa primitiva con una fuerza mágica. Esta aparece en las pequeñas cosas, en el estilo arquitectónico de los templos y casas, en la falta de adornos y austeridad de sus paredes, todo ello denota mucho más “cultura” debido a su “quietud”. Como aparece en los aforismos (“Koan”) del Maestro Zen, en el baile y la canción japonesa. Como en el “Zenga”, pintura Zen donde un pájaro, pintado con breves trazos sobre una rama seca que se extiende hacia el vacío.