Artes de Entrenamiento...

- - - - - " En la actualidad Respuesta Existencial, es una propuesta de acompañamiento desde la logoterapia, en forma personalizada para descubrir tu sentido vital. La educación de la Conciencia, a través de la Acción, es un proceso que sostenemos para pequeños grupos, en ámbitos educativos, o laborales. En cada acción, ofrecemos una respuesta al mundo. Somos llamados a responder desde nuestra existencia. La práctica engendra el autoconocimiento y el desarrollo del liderazgo. Promovemos una sociedad sin espíritu de provecho, basada en la “Sabiduría de la no dualidad”....Armónica, ética, íntegra y comprometida con la comunidad global." - - - - -

domingo, 8 de mayo de 2011

Aceptado por lo que uno es.

La pregunta. Una de las más hondas necesidades del corazón humano es la de ser apreciado. Todo ser humano desea que lo valoren. No que todos queramos que los demás nos tengan por seres maravillosos. A lo mejor esto resulta la pura verdad, pero no es lo fundamental. Podríamos decir también que toda persona quiere ser amada pero también resulta algo ambiguo pues se da tanta variedad en los tipos de amor como en las especies de flores. Para algunos, el amor es, ante todo, apasionado; para otros, es más bien romántico; otros, en fin, lo consideran meramente sexual. Pero existe un amor mucho más profundo que podemos llamar amor de aceptación. Toda persona ansía vivamente que los demás la acepten y que la acepten verdaderamente por lo que ella es. Nada hay en la vida humana que tenga efectos duraderos y tan fatales como la experiencia de no ser aceptado plenamente. Cuando no se me acepta, algo queda roto dentro de mí. Un bebe no recibido con agrado está arruinado desde las raíces mismas de su ser. Un estudiante no aceptado por su profesor no llegará nunca a aprender. Una persona no aceptada por sus colegas de trabajo padecerá de úlceras y hará la vida imposible a los de su hogar. La historia de muchos presidiarios demuestra que la experiencia de no haberse sentido aceptados constituyó el motivo principal de sus extravíos. Una vida sin aceptación es una vida en la que deja de satisfacerse una de las necesidades más primordiales.Ser aceptado significa que las personas con quienes vivo me hacen sentir que valgo y soy digno de respeto. Son felices porque yo soy quien soy. Ser aceptado significa que me permiten ser como soy y que, aunque es verdad que todos tenemos que desarrollarnos, no me obligan a ello a la fuerza. ¡No tengo que pasar por quien no soy! Y tampoco me tienen fichado por lo que he sido en el pasado o por lo que ahora soy. Por el contrario me dejan campo libre para desplegar mi personalidad, para enmendar mis errores pasados y progresar. En cierto sentido podemos decir que la aceptación constituye un descubrimiento. Toda persona nace con un gran número de potencialidades, pero si estas no son estimuladas por el toque caluroso de la aceptación de los demás, permanecerán dormidas para siempre. La aceptación, pues, libera todo lo que hay dentro de mi. Sólo cuando soy amado, en ese sentido profundo de la plena aceptación, puedo llegar a ser yo mismo. El amor y la aceptación por los demás hacen posible que yo llegue a ser esa persona verdaderamente única e irrepetible que estoy llamado a ser. Cuando se estima a un hombre por lo que hace, no se le trata como un ser único, porque siempre podrá haber otro que pueda hacer su mismo trabajo o incluso hacerlo mejor. Pero cuando uno es amado por lo que uno es, sólo entonces se convierte en una persona única e insustituible. Queda claro, por consiguiente, que necesito de la aceptación de los demás para alcanzar la plenitud de mi personalidad. Cuando no soy aceptado, no soy nadie. No puedo alcanzar mi plenitud un hombre aceptado es un hombre feliz porque ha sido descubierto y podrá desarrollarse. Aceptar a otro no quiere decir que tenga que negar sus defectos ni tratar de encubrirlos. Tampoco significa que todo lo que él haga sea “genial” o “perfectamente hecho”. Todo lo contrario. Al negar los defectos de una persona estoy demostrando justamente que no la acepto. Dios me acepta tal como soy, - ¡tal como soy!- y no tal como debería ser.  Dios me conoce por mi propio nombre…y mi nombre soy yo. El mismo Dios garantiza que yo puedo ser quien soy. San Agustín dice: “un amigo es alguien que sabe todo de tí y, no obstante, te acepta”. Es el sueño de todos: ¡qué un día me encuentre con la persona con quien realmente pueda yo hablar; con la persona que me comprenda a mi ya las palabras que hablo; que me pueda escuchar y logre comprender aún lo que no puedo decir y que realmente me acepte como soy! Ahora bien, Dios me quiere con mis ideales y con mis fallas, con mis sacrificios y con mis alegrías, con mis éxitos y con mis fracasos. Dios es el fundamento más radical de mí ser entero. Una cosa es saberme aceptado, pero sentirlo vivamente es otra cosa completamente distinta. No basta haber palpado una sola vez el amor de Dios. Se necesita mucho más que eso para construir la vida sobre el amor de Dios. Hace falta mucho tiempo para llegar a creer que Dios me acepta tal como soy. Todavía no he llegado a la profundidad de su persona. Sólo cuando acepto a alguien totalmente y sin reservas puedo hacer frente a sus defectos.
La respuesta. Dios me acepta tal como soy -¡tal como soy!- y no tal como debería ser. Tillich define la fe como “el coraje de aceptar la aceptación”, refiriéndose a la aceptación nuestra por parte de Dios. Tal vez no nos demos cuenta de que la fe exige mucho coraje de nuestra parte. Quizá, incluso, la fe nos parezca algo muy fácil y suave. Pero, en realidad, el coraje es un requisito indispensable y es el valor, justamente lo que nos falta con demasiada frecuencia. ¿Por qué es tan indispensable tener coraje para aceptar la aceptación?
1.        En primer lugar, porque, cuando nos ocurre algún acontecimiento adverso, casi siempre nuestra primera reacción es la de quejarnos: “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?” Ponemos en duda el amor de Dios. Hay que tener valor, pues, para creer en la aceptación de Dios, pase lo que pase. De esta forma, el acto de fe trasciende mi experiencia personal. La fe es, pues, una interpretación de la vida que yo acepto. 
2.       En segundo lugar, porque el amor de Dios es infinito. Jamás podemos agarrarlo, ni comprenderlo, ni mucho menos controlarlo. Lo único que podemos hacer es lanzarnos a su profundidad insondable, pero tenemos que lanzarnos así. Nos da miedo soltarnos. Even Stolpe, un sueco convertido, dice que tener fe significa subir a una escalera portátil muy alta y allí, en el escalón más alto, escuchar una voz que me dice “¡lánzate, que yo te agarraré!”. El que da el salto es el hombre de fe. Y hay que tener coraje para lanzarse.
3.       Por último, hay que un tercer motivo, que aunque parezca sutil no deja de ser verdadero. Resulta más o menos fácil creer en el amor de Dios en general, pero es muy difícil creer en el amor de Dios para conmigo, personalmente. ¿Por qué a mí? En realidad son poquísimas las personas capaz de aceptarse a sí mismas, capaces de aceptar la aceptación. Raras veces podemos encontrarnos con una persona capaz de enfrentar la pregunta “¿por qué a mí?” La autoaceptación no puede fundamentarse en mi propia persona, en mis propias aptitudes. Basar la aceptación de mi mismo en tal fundamento produciría un desastre. La autoaceptación es un acto de fe. Si Dios me ama, yo tengo que aceptarme a mí mismo. No puedo ser más exigente que el mismo Dios, ¿verdad? Peter Van Breemen Sj. Si este artículo te intereso, reenvialo mencionando su fuente. www.kiai-ac.blogspost.com