Artes de Entrenamiento...

- - - - - " En la actualidad Respuesta Existencial, es una propuesta de acompañamiento desde la logoterapia, en forma personalizada para descubrir tu sentido vital. La educación de la Conciencia, a través de la Acción, es un proceso que sostenemos para pequeños grupos, en ámbitos educativos, o laborales. En cada acción, ofrecemos una respuesta al mundo. Somos llamados a responder desde nuestra existencia. La práctica engendra el autoconocimiento y el desarrollo del liderazgo. Promovemos una sociedad sin espíritu de provecho, basada en la “Sabiduría de la no dualidad”....Armónica, ética, íntegra y comprometida con la comunidad global." - - - - -

sábado, 20 de abril de 2013

El inicio del desorden.

Mencio (372-289 a.C), discípulo de Confucio, pedía a todos "pensar", "reflexionar" y "darse del todo". Explicaba que si el hombre reflexiona, entrará en sí mismo, en su propio interior, significado por el corazón, lugar y agente de la vida espiritual. Si el hombre acierta a llegar a lo más profundo de su mismidad, descubrirá su auténtica naturaleza y en ella la relación con el Cielo, es decir, con Dios. Lo que se hace urgente es llegar a "ese" interior.
"El que entra en su interior, 
conoce su naturaleza de hombre.
Conocer la naturaleza del hombre
es conocer el Cielo"* 

Mencio ve al ser humano compuesto de cuerpo (exterior del hombre), corazón (capacidad de conocer, inteligencia) y naturaleza humana (Espíritu). Invita a ir hacia la interioridad, para saber su origen, que es el Cielo. Se da una sintonía con el Génesis, en donde se dice que el Ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. "Creo, pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios, lo creó, macho y hembra los creó" (Génesis 1:27). Coinciden la tradición bíblica y la oriental.
Dios está en el Cielo, por ello conocer el Cielo es conocer a Dios, y Dios es amor. Vivir en amor es vivir en Dios. Una expresión frecuente es decir: "Esta casa es un Cielo", cuando hay en ella Paz y Armonía porque reina el amor. Y esta otra: "Esta casa es un infierno", cuando abundan las discusiones y peleas. En este ejemplos podemos ver estas dos realidades.

"Cuando se abandona el camino del corazón, se echa a mano de la virtud.
Si se abandona la virtud, se echa a mano de la humanidad.
Si se abandona la humanidad, se echa a mano de la justicia.
Si se abandona la justicia, se echa a mano la ley ritual (que es la ley moral).
...De hecho, la ley natural, que es la ley moral o ritual, 
es la cáscara de la fidelidad y de la buena fe,
que es el inicio de desorden"*2
El carbón y el Diamante tienen la misma composición química; los dos son carbono. La diferencia está en la disposición de sus moléculas: El diamante las tiene perfectamente organizadas en poliedros gracias a la cohesión que existe entre ellas. En cambio, las moléculas del carbón aparecen colocadas en un montón amorfo. Por ello, cuando el carbón recibe un rayo de luz vemos su negrura y si la luz llega al diamante nos la devuelve hecha color, brillo y belleza. Las moléculas son como las personas y el elemento que las cohesiona es el amor.  En un grupo humano, si no hay amor entre las personas, se respira tristeza, agresividad y repele, solo queremos alejarnos de él. Si la persona vive en el amor irradia belleza, si hay odio en su interior su exterior lo revela. Un grupo humano en donde se viven relaciones de respeto y amor mutuo es alegre y atrayente.
*(Mencius, Obras). *2 LAO TSE, Tao Te King. Compilado y adaptado de la obra de Rosa Ortí Matéu, Templar y Contemplar.

domingo, 14 de abril de 2013

Ir más allá, significa retornar.

Cuando el budismo llegó a China, aproximadamente hacia el siglo primero de nuestra era, se encontró allí con una cultura que tenía ya más de dos mil años de antigüedad. En esta antigua cultura, el pensamiento filosófico había alcanzado su punto culminante durante el último período Chou (500-221 a.C.), edad de oro de la filosofía china, y desde entonces el budismo ha ocupado un lugar preponderante dentro de la filosofía y la cultura chinas.Ya en un principio, esta filosofía tuvo dos aspectos complementarios. Siendo los chinos gente práctica y con una conciencia social altamente desarrollada, todas sus escuelas filosóficas estaban interesadas, de un modo u otro, en la vida en sociedad, en las relaciones humanas, los valores morales y el gobierno. Sin embargo, esto es sólo un aspecto del pensamiento chino. Como complemento a él está el aspecto místico del carácter chino, para el cual la más elevada nieta de la filosofía debía ser trascender el aspecto social y la vida cotidiana, alcanzando un plano de conciencia más elevado: el plano del sabio, ideal chino del hombre iluminado que ha logrado su unión mística con el universo.
Lao Tsé
El sabio chino sin embargo, no mora exclusivamente en ese elevado plano espiritual, sino que se interesa  igualmente en los asuntos mundanos. Unifica en sí mismo las dos partes complementarias de la naturaleza humana -sabiduría intuitiva y conocimiento práctico, contemplación y acción social-, unidad que los chinos han relacionado siempre con la imagen del sabio y del rey. Los seres humanos totalmente realizados, en palabras de Chuang Tzu, "a través de su inmovilidad se hacen sabios, y por su movimiento, reyes".Durante el siglo VI a.C., estos dos aspectos de la filosofía china evolucionaron dando lugar a dos escuelas filosóficas distintas: el Confucionismo y el Taoísmo. El confucionismo era la filosofía de la organización social, del sentido común y del conocimiento práctico. Facilitaba a la sociedad china un sistema educativo y al mismo tiempo estrictas normas de etiqueta social. Una de sus principales finalidades era formar una base ética para la familia china tradicional, con su compleja estructura y sus rituales de adoración a los antepasados. El taoísmo, sin embargo, se interesaba principalmente en la observación de la naturaleza y en el descubrimiento de su Camino o Tao. La felicidad humana, según los taoístas, se logra cuando los hombres siguen el orden natural, obrando espontáneamente y confiando en su conocimiento intuitivo.Estas dos tendencias de pensamiento representan los extremos opuestos dentro de la filosofía china, pero siempre fueron considerados como polos de la misma y única naturaleza humana, y por lo tanto, complementarios. El confucionismo deriva su nombre de Kung Fu Tzu, o Confucio, maestro muy prestigioso, quien consideró que su principal función era la de transmitir la antigua herencia cultural china a sus seguidores. El creador del taoísmo fue Lao Tse, cuyo nombre literalmente significa "El Viejo Maestro" y que fue, según la tradición, contemporáneo de Confucio, aunque bastante mayor que éste. Se dice que fue el autor de un breve libro de aforismos que está considerado como el principal texto taoísta. En China, normalmente se le denomina simplemente como el Lao-Tse mientras que en Occidente es usualmente conocido corno el Tao Te King. 
Los chinos, al igual que los hindúes, creían que existe una realidad última que sirve de base y unifica a la
Los opuestos
multiplicidad de cosas y acontecimientos que observamos: Hay tres términos: “completo”, "todoabarcante" y "total". Sus nombres son diferentes pero la realidad que todos ellos buscan es la misma: se refieren a la Única cosa”.
A esta realidad la llamaron Tao, que inicialmente significaba "el Camino". Se trata del camino o proceso del universo, del orden de la naturaleza. Posteriormente, los confucionistas le dieron una interpretación diferente. Ellos hablaban sobre el Tao del hombre, o el Tao de la sociedad humana, y lo entendían como la forma correcta de vida en un sentido moral. El Tao es el proceso cósmico en el que todas las cosas se encuentran y el mundo es percibido como un flujo y un cambio continuos.
Sin embargo, los chinos no sólo creían que el flujo y el cambio eran los rasgos esenciales de la naturaleza, sino también que en estos cambios existían unos patrones constantes, que debían ser observados por el hombre. El sabio reconoce estos patrones y dirige sus obras de acuerdo con ellos. De esta manera, se hace "uno con el Tao", viviendo en armonía con la naturaleza y triunfando en todo lo que emprende. En palabras de Huai Nan Tzu, filósofo del siglo 11 a.C.: El que se conforma al curso del Tao, siguiendo los procesos naturales del Cielo y la Tierra, encuentra fácil dirigir el mundo entero...
¿Cuáles son, entonces, esos patrones del Camino cósmico que el hombre tiene que reconocer? La principal característica del Tao es la naturaleza "cíclica" de su movimiento y cambio incesantes, "El retomo es el movimiento del Tao", dice Lao Tse, y "el ir más allá significa retornar". La idea es que todos los sucesos naturales, tanto los del mundo físico como los de las situaciones humanas, muestran patrones cíclicos de ida y vuelta, de expansión y de contracción. Los chinos creen que cada vez que una situación se lleva a su punto extremo, está destinada a darse la vuelta y convertirse en su opuesta. Esta creencia básica les ha infundido valor y perseverancia en los momentos de aflicción y les ha hecho cuidadosos y modestos en los momentos de éxito. Les ha conducido a la doctrina del "medio de oro" en la que creen taoístas y confucionistas. Según Lao Tse, "el sabio, evita los excesos, la extravagancia y el desenfreno".
Desde la perspectiva china, es mejor tener poco que tener mucho, y mejor dejar las cosas sin hacer que exagerarlas, porque, aunque de esta manera no se llegará muy lejos, es seguro que se irá en la dirección correcta. Exactamente del mismo modo que el hombre que va siempre hacia el Este acabará en el Oeste,  aquellos que acumulen cada vez más dinero para aumentar su riqueza acabarán siendo pobres. La moderna sociedad industrial, que constantemente está tratando de incrementar el "nivel de vida" y no consigue sino disminuir la calidad de vida de sus miembros, es una elocuente evidencia de esta antigua sabiduría china.

A la idea de la existencia de unos patrones cíclicos en el movimiento del Tao se le confirió una estructura definitiva mediante la introducción de los opuestos ying y yang. Son los dos polos que establecen los límites a los ciclos de cambio: Cuando el yang alcanza su punto culminante, se retira, dejando paso al yin. Cuando el yin alcanza su punto culminante, se retira, dejando paso al yang. Desde el punto de vista chino, todas las manifestaciones del Tao son generadas por la interacción dinámica de estas dos fuerzas opuestas. La idea es muy antigua y muchas generaciones trabajaron sobre el simbolismo del arquetípico par yin y yang hasta que se convirtió en el concepto fundamental del pensamiento chino. El significado original de las palabras yin y yang era el de los lados sombreado y soleado de una montaña, significado que da una buena idea de la relatividad de ambos conceptos: Aquello que deja aparecer ahora la oscuridad, ahora la luz, eso es el Tao. Desde los tiempos antiguos, los dos polos arquetípicos de la naturaleza fueron representados no sólo por luz, y oscuridad, sino también por masculino y femenino, firme y blando, arriba y abajo. Yang, lo fuerte, lo masculino, el poder creativo, se relacionó con el Cielo, mientras que yin, la oscuridad, lo receptivo, lo femenino y el elemento materno, estaba representado por la Tierra. El Cielo está arriba y en movimiento, la Tierra -según la antigua visión geocéntrica está abajo y en reposo, y de esta manera yang vino a simbolizar el movimiento y yin el reposo. En el reino del pensamiento, yin es la compleja y femenina mentalidad intuitiva, yang el claro y racional intelecto masculino. Yin es la tranquilidad, la quietud contemplativa del sabio, yang la fuerte acción creativa del rey.
El carácter dinámico de yin y yang está ilustrado por el antiguo símbolo chino denominado T'ai-chi T'u o "diagrama del fin supremo. Este diagrama es una ordenación simétrica de lo oscuro, van, y de lo
luminoso, yang, pero su simetría no es estática. Es una simetría rotacional que sugiere, de modo muy enérgico, un continuo movimiento cíclico: El yang regresa cíclicamente a su principio, el yin alcanza su punto máximo y genera al yang. Adaptado para el blog del Tao de la física de Fritjof Capra.

domingo, 7 de abril de 2013

Si me niegan, dudo de mí. Si me aceptan, creo en mí.

¿Quién soy yo? Necesito saberlo. Si no lo sé, ¿qué sentido tiene mi vida? ¿Quién va a responder en mí a la vida? Entonces, debo tratar de responder. Mi cabeza trata de responder. Me aporta sugerencias sobre lo que soy: un ser humano que puede esto, que ha hecho eso, que posee aquello. Ofrece posibilidades de todo lo que conoce. Pero ella no me conoce, no conoce lo que soy en este momento. Y mi sentimiento ¿puede responder? Mis sentimientos son quienes podrían responder mejor, pero no están libres. Están al servicio del que quiere ser el más fuerte, el más grande, el más poderoso y que sufre todo el tiempo por no ser el primero. Entonces no se atreve, tiene miedo, duda. ¿Cómo puede saber? Ciertamente hay una sensación, la sensación de mi cuerpo. Pero mi cuerpo ¿soy yo? De hecho, no me conozco. No sé lo que soy. No conozco ni mis posibilidades ni mis limitaciones. Existo y, sin embargo, no sé cómo existo.
Creo afirmar mi propia existencia y dirigirla en una dirección determinada. Pero respondo a la vida emocional o intelectual o físicamente. Nunca soy yo quien responde. Creo que yo puedo hacer, cuando en realidad «soy accionado», movido por fuerzas de las que nada sé. Todo pasa en mí. Todo sucede. Los hilos son movidos sin que me dé cuenta. No veo que soy como simple títere, como una maquinaria puesta en movimiento por fuerzas exteriores. Al mismo tiempo, veo que mi vida transcurre como si fuera la vida de otro. Veo que me agito, espero, me lamento, tengo miedo, me aburro, sin que me sienta participar en ello.
La mayor parte del tiempo me doy cuenta a posteriori de que soy yo quien ha hecho esto o ha dicho aquello. Actué antes de darme cuenta de ello. Es como si mi vida se desenvolviese sin que yo participe conscientemente de ello. Se desenvuelve mientras yo estoy dormido. De vez en cuando, los sobresaltos o los choques me despiertan por un instante. En medio de una rabia, o de un dolor o de un peligro, abro los ojos: «¡Como un flash, veo mírate: soy yo, aquí, en esta situación, viviendo esto!» Pero después del choque me vuelvo a dormir y puede pasar mucho tiempo hasta que un nuevo situación o golpe me despierte. Comienzo a sospechar que no soy el que creía ser. Soy un ser dormido. Un ser que no tiene conciencia de sí mismo. En ese estado de sueño, confundo el intelecto, el pensamiento que funciona independientemente de la emoción, con la inteligencia que incluye la capacidad de sentir lo que uno razona. Mis funciones —mi pensamiento, mis emociones y mis movimientos— trabajan sin dirección, a merced de los choques accidentales y las costumbres. Es el estado de ser más bajo en el que pueda encontrarse el hombre. Vivo en mi mundo estrecho, subjetivo, limitado, dirigido por mis asociaciones, que vienen de todas mis impresiones subjetivas. Es mi cárcel, a la que siempre vuelvo.
Es mi cárcel a la que siempre vuelvo
La búsqueda del yo empieza con «¿dónde estoy?» Debo sentir la ausencia habitual del yo. Debo conocer la sensación de vacío, de mentira, que afirma siempre una imagen de mí mismo: el falso yo. Uno tiene la costumbre de decir «yo» sin creer realmente en ello. De hecho, no hay nada más en lo que uno pueda creer. El querer ser me empuja a decir «yo». Está detrás de todas mis manifestaciones. Pero no es
consciente. Habitualmente busco la convicción de mi Presencia en la actitud de los demás hacia mí. Si me niegan, dudo de mí. Si me aceptan, creo en mí.
Me pregunto si soy realmente esa imagen que afirmo. ¿No hay un Yo real que pueda estar presente? Necesito una experiencia directa del conocimiento de mí mismo. Primero tengo que ver los obstáculos que se interponen como una pantalla. Necesito ver que creo en mi mente, mi pensamiento. Creo que eso soy yo. Quiero saber, he leído, he escuchado. Todo eso es la expresión de mi yo ordinario, de mi ego. Eso me impide abrirme a la conciencia, ver «lo que es» y lo que «yo soy». Mi esfuerzo no puede ser impuesto. Uno tiene miedo del vacío, miedo de no ser nada. Entonces, uno se esfuerza por ser diferente.
Pero ese esfuerzo ¿quién lo hace? Debo ver que también eso viene del yo ordinario. Toda imposición viene del ego. ¿Podría yo no seguir siendo engañado por la imagen o el ideal impuesto por el pensamiento?
Necesito aceptar el vacío, aceptar no ser nada, aceptar «lo que es». Es en ese estado donde aparece la posibilidad de una nueva percepción..., ahí comienza un nuevo camino. Adaptación de reflexiones del Cuarto Camino del Sr. Gurdjieff ; sobre diferentes obras y  de la "Realidad del Ser" Salzmann, Jeanne.
Gurdjieff decía " No crean lo que les digo , no crean a nadie . Descubran por sí mismos" Una característica de un Maestro verdadero es ofrecer un conocimiento y permitir que el alumno descubra por su propia experiencia la evidencia de su verdad . La función del Maestro es sugerir y abrir el camino al conocimiento.