No hay un círculo en el infierno capaz de jactarse de albergar tanta cantidad japoneses como el séptimo, allí donde Dante coloca a los suicidas. Y sin embargo, para un verdadero
samurái, desear la muerte o jugar con su idea , era pura cobardía. Un guerrero, después de haber perdido batalla tras batalla, de ser perseguido de la llanura a la montaña y de los matorrales a las cuevas, hambriento y perdido en la oscuridad, la espada mellada, el arco roto y sin flechas encontró refugio bajo un árbol.
¿No se había arrojado sobre su espada el más noble de los romanos en circunstancias parecidas, aquella vez Filippo?* Sin embargo este guerrero consideró que morir en esas circunstancias era una cobardía, y con una fortaleza digna de un mártir cristiano, se dio ánimos improvisando estos versos...
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Casco Samurái |
Vengan siempre más
tristezas y dolores terribles
amontónense en mi recargada espalda
que no falte ninguna prueba
de la fuerza que todavía me pertenece.
Estas son las enseñanzas del Bushido: soportar y enfrentar todas las calamidades y contratiempos con paciencia y una consciencia pura. Como enseño
Mencio:
"Cuando el Cielo quiere confiar una gran tarea a alguien, primero lo obliga a ejercitar su mente mediante el sufrimiento, somete a duros esfuerzos sus nervios y huesos; expone su cuerpo al hambre, lo reduce a la pobreza extrema y confunde sus objetivos. De esta forma estimula su mente, endurece su naturaleza y corrige sus incompetencias".
El verdadero honor consiste en cumplir con los designios del Cielo. La muerte encontrada en esta tarea no es ignominiosa, así como morir para evitar los propósitos del Cielo es una cobardía flagrante.
En el curioso libro de
Sir. Thomas Browne, Religio Medici, podemos encontrar un exacto equivalente inglés a los preceptos mencionados. me permitiré citarlo: "
Es una acción valerosa despreciar la muerte, pero cuando la vida es peor que la muerte, entonces le verdadero valor es animarse a vivir"
Un famoso sacerdote del siglo XVII observó irónicamente: "Diga lo que se diga, un samurai que nunca ha muerto, es apto para huir o para esconderse en los momentos críticos". Y también: "Aquel que ha muerto en lo más profundo de su ser, está a salvo de las lanzas de Sanada y de las flechas del Tatemono". Cuan cerca nos encontramos de las puertas del templo cuyo fundador enseño: "
Quien quiera que dé su vida por mí, encontrará la vida".
*El hombre no quiere morir. Es difícil resignarse a la estricta realidad de la permanencia de las cosas, de los seres, una vez que uno ha abandonado esta vida.
Vivir después de morir: la gloria humana como fuente de inmortalidad en la Roma clásica.
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Casco Romano |
Hay en la literatura contemporánea quien ha hecho de la sobre-vivencia el lema, la divisa de su postura vital. Todos recordamos a Unamuno. Pero no es el único. En la antigüedad clásica, en la antigua Grecia y Roma, los hombres manifestaban también sus ansias de eternidad. Es cierto, lo es, que quizá se aprendió a morir a expensas de la filosofía estoica, que enseñaba a griegos y a romanos, a jugarse el lance final de la vida con una seriedad y serena frialdad que hoy nos repugna,
hoy, que lo que más valoramos es una buena vida,
una vida alejada de todo lo que recuerde la muerte, una vida en la que nos engañamos continuamente, viviéndola como si fuera interminable aquí en la tierra.
El estoicismo enseñó a griegos y romanos a morir. Pero morir como cumplimiento de un proceso necesario o de un deber moral insoslayable, inaplazable. Así como murió Catón el Joven, dándose la muerte en dos intentos consecutivos,
abriéndose el vientre recién cosido por sus familiares, porque Catón ya no podía vivir bajo el dominio del omnipotente César, del asesino de la república romana. Bien es cierto que esa acción le valió la inmortalidad, la de la fama y la gloria política entre los romanos posteriores.Esa es una forma de inmortalidad a la que se puede aspirar en serio, bien que no sea la única...
Fuente principal;
Bushido, Inazo Nitobe