De la exaltación del sujeto a su humillación y de la puesta al desnudo del psicoanálisis sale el “cogito” cartesiano herido. Para esto las tradiciones orientales ayudan a contraponer el excesivo énfasis occidental en el individuo. El Zen nos ayuda a pensar en que el sujeto debe salir de si. Un pensar, que en silencio, escucha y camina, más que hablar y manipular. Un yo que negándose y perdiéndose se encuentre. Un yo que no devore al otro, sino que se abre, al encontrarse acogido por todo y por todos. Esta aportación oriental nos invita a dar un paso a la filosofía de la contemplación, la receptividad y el salir de si practicando Zen. A olvidarse de si, que no quiere decir vivir sin pensar, sino a "pensar sin pensar" o un “sentarse a pensar el no—pensar" (zazen).
Reconocemos así nuestros excesos logo céntricos. En efecto, el pensador occidental ha de renunciar a dos ídolos, sobre todo: la idolatría de la razón argumentativa y la idolatría de la razón clara, unida a la voluntad individualista. Nos aferramos a la segunda, en teología, por miedo a los panteísmos. Pero, como consecuencia de ambas idolatrías, quedamos presos en la cárcel que nosotros mismos hemos edificado: la de un pensar racionalista y dualista. Habrá que pasar por una depuración de ambas deformaciones y el "vaciarse de los ídolos“. Una Propuesta de Diálogo Intercultural Oriente-Occidente Se trata de una formulación muy esquematizada no exenta del peligro de simplismo. Tómese, por tanto, los paralelismos siguientes como un recurso pedagógico que no debería exagerarse excesivamente al pie de la letra. Las dos preguntas, que pueden servir para dejar esta obra inacabada en forma de ejercicio práctico y tarea para el lector, serian las siguientes:
A. ¿Qué puede aprender el "yo claro" europeo del “yo difuminado" de las tradiciones orientales?
B. ¿Qué puede aprender el "yo difuminado" oriental del "yo claro" europeo?Como pautas de respuesta sugerimos las siguientes, que nos limitamos a esbozar como tema de debate:
(1) El "yo claro” europeo puede aprender del “yo difuminado” oriental:- Sentido de receptividad, escucha, silencio y contemplación, para liberarse del activismo dominador y de la tendencia a absolutizar las relaciones meramente técnicas, burocráticas de interés.
- Sentido de totalidad y unidad, para liberarse de tantas patologías dualistas.
- Sentido de la inseparabilidad cuerpo-espíritu, para liberarse de excesivos logo centrismos, racionalismo y espiritualismos.
- Sentido de la naturalidad en los vínculos comunitarios, para liberarse del excesivo individualismo, fanatismo y agresividad.
- Sentido de claridad en el proyectar metas, saber adonde se quiere ir y planear el futuro, para contrarrestar así la tendencia a obrar sin finalidad ni creatividad.
- Sentido del arte de distinguir y discernir, para contrarrestar la tendencia a lo ambiguo y confuso.
- Sentido de la expresión y del arte de articular y formular el pensamiento, para contrarrestar la tendencia a escudarse en el pretexto de lo no—dicho.
- Sentido de la responsabilidad para definirse y comprometerse, con el fin de contrarrestar la tendencia a diluir colectivamente las responsabilidades.
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